De rafting en una cámara de llanta de camión…

Nostalgia, creo que debo de comenzar con este termino ya que este relato que les traigo lo atesoro como una gran vivencia y lección ya que esta fue una de mis primeras aventuras de lo más imprudentes y peligrosas, aunque en su momento no lo piensas así, pero al paso de los años los recuerdos fluyen y te contagia un escalofrió de saber que pudiste haber muerto.

La planeación… o ni tanto

Era octubre, ya no recuerdo el año, pero estaba en la preparatoria o en mis años sabáticos antes de la universidad, es decir era un chamaco. Y durante algunas semanas había estado planeando este viaje con un grupo de amigos y por fin ya estaba todo: río, sol, llanta, rápidos… ¿qué más quieres Gil?, bueno, tal vez un poco de dinero para gasolina, comida y hospedaje, pero bueno no se puede tener todo en la vida. También se me ocurrió que estaría bien ir por unos chalecos salvavidas, pero pfff eso es para «niñitas», aunque al final fueron de mucha ayuda.

Algún adulto dijo, ¿están locos?, no saben lo que hacen, ¿ya se han aventado de ese río?, y yo si lo había hecho, aunque fue en lancha, con guía, equipo de seguridad, remos y personal de auxilio, ahora en retrospectiva veo que si había “un poco” de diferencia, pero en aquel tiempo al grito de ¿qué somos jóvenes o payasos?, nos aventuramos.

Comienza la aventura

Llegamos a Puente de Ixtla, Morelos, lugar donde dormiríamos y también el lugar en donde compraríamos nuestras embarcaciones. Y como en viaje de moto de 5 personas aventureras y seguras de sí mismas que llegamos solo nos seguimos adelante mi amigo Fernando y yo. Como les comento lo prioritario era la embarcación y fueron un par de sendas cámaras de camión de 27” a las que “simpáticamente” bautizamos. A la mía le di el toque elegante y de finura, y le puse el SS. El Gil y la de Fernando fue denominada la Princesa Maníaca.

El Río Amacuzac cuentan las historias que comienza desde el deshielo del Nevado de Toluca y por escurrimientos subterráneos desemboca en las inmediaciones de las Grutas de Cacahuamilpa y ahí nace oficialmente el Río Amacuzac, uno que cruza prácticamente Morelos y que antes gozaba de un caudal muy potente en época de lluvias, pero en la actualidad la sobreexplotación ha hecho mella, algo cada vez más habitual, tristemente.

A Fernando se le ocurrió la buena idea de aventarnos por una pequeña cascada, para que se nos quitara el frio y para que agarráramos un poco de velocidad, no creo que eso fuera posible pero bueno. Ya estoy en el rio, así que después de la obligada foto oficial, metimos las embarcaciones en el río y les puedo decir que el agua estaba helada. Tuve la idea de amarrarme la cámara al tobillo y creí que era una excelente idea, en mi pensar era sencillo, te caes jalas la cuerda y te subes a la llanta.

Nos despedimos de los demás y se fueron a vernos desde un mejor lugar, la primera cascada no se veía muy ruda, pero sí lo era. Con las llantas ya en el agua empezó la velocidad la fuerza del río nos llevó, Fernando iba delante de mí y fue el primero en caer, de repente empiezo a escuchar un amigo gritando ¡¡“FERNANDO SE ESTA AHOGANDO”!!, Intento parar mi llanta, pero la fuerza del agua era mucha, Fernando desapareció por unos instantes, mientras luchaba con el agua. Mi primo me grito: “TOMA MUCHO AIRE”, pero solo pude gritar, no sabía lo que pasaría, y caí…

La corriente no me soltaba, algo me estaba jalando al fondo, pero no sabía si había fondo ya que no podía tocar el suelo, en mi desesperación logre agarrarme de mi llanta y sentí un alivio, creí que ya me había salvado, pero el poder del agua era tal que la hundió también, la fuerza se me iba, intentaba gritar ¡¡“AYÚDENME”!!, pero o gritaba o tomaba aire y así después de tanto luchar me hundí ya sin fuerza y bajo el agua me vi en un cuarto blanco donde pensé. aquí voy a morir, que forma más tonta de morir, y también pensaba que iba a pasar en casa, cómo un viaje podría terminar en algo así. Qué iba a pasar con Fernando, cómo le iban a dar la noticia a su familia. Mi hermano estaba ahí viendo como lo voy a dejar…

No sé qué paso, cuando estaba casi sin aire y sin moverme a punto de morir algo me saco del fondo y Fernando que ya estaba a salvo me tiro su cuerda. Gerardo y Roberto (mi hermano y mi primo) ya iban a saltar al agua, pero pudimos salir de eso, volvimos a subir a nuestras llantas muertos del frío y del susto también, la corriente nos llevó más adelante.

En ese momento no había reversa solo íbamos Fernando y yo, era un lugar desolado, sin gente alrededor ahora si tendríamos que cuidarnos el uno al otro, y en los próximos rápidos, a Fernando lo voltea una roca y lo tira al agua enredándole las piernas con la cuerda a la que estaba atado sin poder subirse a su llanta. Salí del río y le aventé mi cuerda, se desenredo y pudo seguir adelante, en una de las pocas calmas del río nos juntamos y me dijo creí que me iba a morir en la cascada, y era lo mismo que me había pasado, él también había pensado “que forma más tonta de morir”.

Mas adelante los rápidos voltearon mi llanta y me fue difícil subir a ella, nunca había tomado tanta agua. Suerte que no me golpeo una roca, pude subir después de un rato, y adelante, algo que me temía. Una migraña estaba empezando, los síntomas no me dejaban ver la mitad del camino, de hecho, ya no me veía el brazo izquierdo. Me ponía agua fría en la cabeza hasta que pasaron los síntomas, pero llego el dolor de cabeza. Mas adelante Sucedió algo que pondría fin al trayecto en Rio.

Ya después de un buen rato navegando y luchando con el rio, mi llanta toco una roca, una filosa mientras peleaba en unos rápidos. Mi llanta comenzó a hundirse, la corriente me arrastro como un muñeco gracias a la idea de amarrarme a la llanta golpeando mis rodillas con las piedras y para mi mala suerte no era la redondita de rio, era de las filosas. Después de un tramo luchando con mucha dificultad y con las piernas ensangrentadas pude salir del río, Fernando vio lo que pasó y supo que en ese lugar había terminado el viaje después de haber navegado por más de tres horas. En ese lugar Fernando se deshizo de Princesa Maníaca mientras el SS El Gil se había hundido.

Terminamos en un lugar en el que no había para donde ir, solo estaba el río y no se podía cruzar porque la corriente era muy fuerte y los dos estábamos cansados y yo, además con dolor de cabeza por la migraña. Caminamos intentando encontrar un camino que nos llevara a la civilización, hasta que por fin en una montaña que más bien parecía una pared, vi unas cacas y le dije a Fernando sigue a esas cacas que nos llevaran a algo, y sí, nos llevaron a una vaca, después se juntó otra vaca, y otra y otra y “glup” un toro, teníamos ya como siete «animalitos» de gran tonelaje, subimos por una hora o dos, hasta que llegamos a un camino de terracería.

Seguimos caminando hasta que encontramos a un niño en su caballo al que le preguntamos para donde estaba el pueblo más cercano o una carretera. Más adelante pasó un coche por ese camino de terracería y nos dieron un aventón hasta la carretera, el señor nos contó que ya había muerto mucha gente en ese río, en lanchas y nosotros casi somos otra cifra más. Llegando a la carretera completamente exhaustos tomamos un taxi y en el trayecto a Puente de Ixtla casi no hablamos.

Luego de llegar con la familia y cenar contamos lo sucedido ya entre risas, aunque Fernando y yo sabíamos que casi nos lleva la flaca. Si bien esa experiencia debió de hacerme entender que no debía jugarle al vivo, no lo hizo ya que tenía el mal de la juventud, pero nadie me quitará la experiencia de hacer esta locura en un rincón de México.