Algunos de los textos/recuerdos que les estoy trayendo fueron por así decirlo, viajes de placer por eso tengo pocas fotos que brindarles ya que no soy de los que documentan cada cosa en un viaje, pero aun así espero disfruten este momento que sucedió a mediados del 2015, donde tres motos y un auto nos lanzamos a Catemaco, Veracruz dispuestos a pasar un excelente fin de semana.
Nunca he sido de acampar, por ello cada que salgo de viaje busco una o dos opciones de hotel, y no crean que de los mejores, simplemente para descansar y suelo apartarlo con tiempo. Así lo hice para las tres motos y la pareja que iba en el auto.
Originalmente en el viaje solo iríamos una BMW S 1000 XR, y una Yamaha Super Teneré, pero se nos sumó otra persona que al final se quedó sin moto, por lo que solicité a Yamaha una moto extra y solo me pudieron ofrecer la anterior generación de la R1, una súper deportiva para un viaje carretero largo, total, qué podría pasar.
El trayecto para las motos fue bastante tranquilo, ya que aventamos nuestras maletas al auto. El arranque fue como a las 9 AM de la Ciudad de México, aunque obviamente teníamos que estar esperando al auto en cada tránsito pesado. Lo anterior se incrementó al llegar a Puebla, ya que en aquel entonces todavía estaban haciendo el paso elevado de cuota que cruza y evitas mucho tránsito, hubo un momento en que no aguantamos la espera y nos adelantamos, llegamos a una “gas”, hicimos parada técnica, nos hidratamos y esperamos alrededor de una media hora hasta que nos dieron alcance.
Luego de esa estresante parte (para el auto) el camino continuó y la ruta de nuevo enviaba hacia Minatitlán y esa infame casi recta que crucé cuando fui a San Cristóbal de las Casas, y sí, de nuevo hacía un calor aplastante y a diferencia de la vez anterior el factor humedad era intenso. Antes de llegar a esta recta puede disfrutar mucho del manejo de la R1 en curvas y seguro mis compañeros también, pero esa sonrisa que tenía fue eliminada más tarde.
Debo confesarles que dicha recta pudimos acelerar más y eso fue una bocanada de aire fresco y un poco de emoción además de quitarle la rutina al momento. Todo esto terminó en el entronque a Santiago Tuxtla, donde abandonamos al carretera Córdoba-Minatitlán, ya que si bien era medio sinuosa, no se encontraba en buen estado, y llegaron cosas peores, ya que me parece que a la altura de Tilapan de plano dejó de existir el pavimento y era pura grava roja con hoyos y unos estúpidos topes, con ese estado del camino nadie iba rápido.
Gilberto que llevaba la Super Teneré sufrió por ritmo en la carretera, pero con el suelo desecho su moto estaba en su hábitat, esto hasta que se convirtió en una sonaja, ya que el cluster de tablero se aflojó y perdió un soporte por lo que el ruido lo alcanzábamos a escuchar a un lado. Edgar en la BMW sufría con la XR ya que, aunque tiene más suspensión, esta es más firme por lo que sentía todo lo que este bello tramo de camino ofrecía. En mi caso fue un infierno ya que la posición de manejo comenzó a fastidiarme las manos, muñecas y cuello, hasta que de plano me paré sobre los posa pies emulando a una doble propósito, sirvió un poco pero eso me cansó las pantorrillas.
Al llegar a San Andrés Tuxtla el pavimento regresó, y comenzó una ligera lluvia con la que veías como el vapor salía de todo y la temperatura se elevó. En este punto el auto se puso adelante para guiarnos, pero era el típico de yo sé cómo llegar no preguntaré nos hizo dar vueltas en el pueblo, yo ya no aguantaba la mano izquierda por el clutch, por lo que me paré con un oficial y le pregunté como ir. Con ello las tres motos pudimos avanzar y el auto seguro ya llegaría.
Por fin, llegamos a Catemaco, y desde el primer momento fuimos asediados por los guías de turistas locales, algo que siempre me molesta bastante, ya que hasta te seguían en sus motos. Consulté mi mapa que me guiaría hasta el Hotel Koniapan que estaba justo a la orilla de la laguna de Catemaco. Nos estacionamos y fui directo a la recepción a anunciarnos y pedir hielo. Apenas si pude quitarme el guante izquierdo, mi mano estaba hinchada y un local me dijo que “¿por qué llegamos de ese lado que estaba en eterna obra?”, seguro se dio cuenta que lo vi feo, y cambió el tema y me comentó que ese tramo sin pavimento y grava era de 10 km… por eso me dolía todo y al menos en la siguientes horas no quería saber nada de la moto.
Las habitaciones del hotel son sencillas, pero cuentan con todo lo necesario, además de un gran con hortalizas, mucha vegetación y claro, una alberca donde nos pasamos gran parte de la tarde noche. Antes de eso ya no queríamos manejar o movernos muy lejos, así que salimos a caminar, y de paso nuevamente fuimos asediados por lo guías que ahora preguntaban si queríamos una “limpia”. Llegamos a una fonda muy sencilla, (la busqué en Google Maps y ya no la encontré para recomendárselas) donde comimos como náufragos, sí, ceviches y mariscos realmente frescos y unos cuantos litros de cerveza y al final la cuenta no llegó a los 900.00 entre todos.
Al siguiente día no era necesario despertar temprano, además la noche anterior, “nos la seguimos en la alberca” ya que en el hotel nos lo permitieron al ver que éramos unos buenos “bebedores sociales”. Lego de desayunar muy bien en el hotel, tomamos rumbo a el Salto de Eyipantla, muy cerca de Catemaco, al principio creí que era simplemente una cascada más, pero al llegar quedé sorprendido con la fuerza del cauce, incluso desde el mirador que estaba retirado terminabas mojado.
El poder del sonido del agua (espero siga así a la fecha) te permitía desconectarte por un momento, y era ideal si te gusta meditar. El lugar estaba relativamente limpio, aunque ya sabes nunca faltan los puercos maleducados, podías caminar a ciertas zonas del cauce o bajo tu responsabilidad acercarte un poco más a la caída, cosa que mejor no hicimos, digo “pa´ que le juegas”.
A la salida del el Salto de Eyipantla, se encontraban muchos puntos de comida y fuimos seducidos por una carta con platos atractivos, y también comimos muy bien con un precio también razonable, si te gustan los mariscos y andas por Veracruz estarás en el cielo con tanta variedad y frescura. Al regresar al hotel queríamos ir a caminar por el centro del lugar, pero una fuerte lluvia nos lo impidió por lo que fue otra tarde tranquila con bebidas espirituosas.
El siguiente día era de regreso desde la mañana, por una ruta diferente, hacia Cardel, pero no sabría decirles como fue ya que dimos muchas vueltas debido a la guía del auto… y porque a la “delicada” de la BMW pinchó una rueda, y un servicio talachero móvil en su scooter nos ayudó para terminar este viaje.
Todo lo anterior no suena muy glamuroso, pero fue una gran viaje del que tengo muchos recuerdos, y uno que te recomiendo, para que conozcas el Catemaco real, no el que pareciera lleno de brujos, escobas voladoras, gatos negros y esas cosas, descúbrelo por ti mismo y la estadía en el hotel Koniapan fue muy buena, así que, #NosVemosEnLaRuta.