El ser motociclista me ha llevado a conocer el 90% de los Estados de la república mexicana, al principio cada fin de semana esperaba que se juntara un grupo de compañeros para una nueva experiencia, después esos grupos fueron disminuyendo de participantes, hasta que paulatinamente me volví un “motero” solitario.
Después, tuve la oportunidad de colaborar con algunos medios y estos viajes se hicieron más interesantes, ya que en muchas de las ocasiones no era con mi moto, era probar las motos que salían al mercado en ese momento, conocer sus mejoras, rodar sintiéndote el dueño del camino (como siempre), o rodar en algún autódromo en un ambiente controlado.
Esta vez fue Honda quien nos invitó a conocer su planta de El Salto en Jalisco, un lugar donde fabrican partes de colisión y algunas de las motos de gama baja o utilitarias para el mercado nacional.
Hoy no voy a hablar de las motos que vi, ni del proceso de fabricación de paneles o partes de una motocicleta que se ensambla casi artesanalmente en Jalisco. La Honda CB190R es del segmento utilitario, y que en mi modesta forma de pensar es prácticamente igual en todas las marcas, con unos picos muy leves en cuanto a potencia, frenado, y comodidad para la ciudad (nada nuevo bajo el sol).
Como parte de la invitación de Honda, nos llevaron a Tequila, un Pueblo Mágico a unos 70 km de Jalisco, y en este punto nos hicieron el favor de hospedarnos en el pintoresco Hotel La Cofradía, donde también se hace el tequila con el mismo nombre.
Llegando a los terrenos de la Cofradia, desde la distancia se podía ver unas habitaciones en forma de barril, podía sentirse como el condominio horizontal del Chavo del 8 (con razón vivía en un barril el Chavo), habitaciones con todas las comodidades de un hotel de 5 estrellas dentro de un barril, y por si esto fuera poco un tequila de la casa como bienvenida, solo un caballito de parte del hotel, pero la gente de Honda México se puso guapa y nos regaló una botella.
La primera actividad en este viaje fue conocer cómo y dónde se fabrica el tequila, así que un guía nos llevó a conocer primero la materia prima, el Agave Azul. Posteriormente nos llevó a los hornos donde se hace el primer proceso, que lleva esos magueyes a un horno y luego parar en los grandes alambiques metálicos, donde se realiza la fermentación y el proceso de destilación y finalmente pasar al embotellado.
El Tequila recién salido de este primer proceso de fermentación contiene más de 40 grados de alcohol que lo hacen uno de los tequilas más fuertes que he probado. Por suerte solo nos dieron un caballito.
Cabe destacar que en el restaurante del hotel tienen una especie de bodega con las barricas de roble blanco (no se si sean de roble blanco, pero yo no soy un experto tequilero) y tienen diferentes años de añejamiento. Estos barriles despiden un olor muy peculiar y agradable, la luz es muy tenue en esta parte del trayecto para dejar reposar las barricas, así que no haré ruido y dejare dormir a esos bebes que harán felices a muchas personas en un futuro.
Regresamos al restaurante donde frente a nosotros teníamos 3 copas de tequila, un blanco, un ámbar y el añejo, como yo lo vi y lo probé fue un ligero un medio y el fuerte. Pero todavía no podíamos beberlo hasta que terminara su explicación el guía. Para la degustación tomas un sorbo, metes aire por la nariz, das el trago de tequila y sueltas el aire por la boca, y así puedes degustar los sabores del agave… aja, (perdónenme, no soy un tomador refinado, solo social).
En el grupo había una chica que no dejaba de gritar, con la actitud de “ey véanme aquí estoy” y no dejaba hablar al pobre guía, por lo que aquella degustación se hizo eterna, así que rompo el protocolo y voy a la cocina por unos limones, un salero y continuo mi degustación, suena una voz interna que dice, “llevas años bebiendo tequila de mil formas y con varios mezcladores, ya parece que lo vas a degustar” (luego de esto me di un golpe en la cabeza para callar a mi conciencia).
El tequila blanco fue el más ligero y el de mejor sabor, según mi cata. Al final he tomado 9 caballitos de tequila, me los han servido y me ha abierto el apetito. Me despido del grupo y voy a mi barril a tomar un baño y alistarme para la cena que tenía preparada Honda para nosotros, en el camino pude ver estrellas, hace tiempo que no veía una noche estrellada, el lugar es mágico, está lleno de patos, que según el guía se comen los insectos y plaga que pudiera atacar al agave azul.
Regreso al restaurante para la cena y de entrada había cócteles de… sí, adivinaron tequila. La cena fue una arrachera, una ensalada y más tequila, aunque al final limitaron el consumo porque al otro día probaríamos las motos y en la planta de Honda nos harían el antidoping, la prueba de la moto fue como cuando tenías 10 años y tu amigo te prestaba la bicicleta de la esquina y de regreso, así que no puedo decir como estaba la moto.
Como les comentaba al principio, me considero motociclista y me gusta viajar por largos recorridos, por ello este tipo de pruebas “de estacionamiento”, no me gustan mucho y es un hecho que no te dejan opinar sobre la moto, así que si lees en otros medios que es una gran moto y se maneja increíble, no les creas mucho ya que apenas si pudimos hacer algo.
Pero en definitiva si regresaré a Tequila, Jalisco, aunque es solo un tour de fin de semana, o ¿saben? Tal vez no ya que el Estado cuenta con muchos lugares que visitar o claro el tren de Tequila, una experiencia que también quiero vivir. Así que nos vemos en la ruta y en nuestro próximo viaje.
Honda promoviendo el pueblo mágico de Tequila, se antoja ir