Como un frijol en el arroz; mi inolvidable viaje a Suecia

Hace unos días recordé un viaje inolvidable… sí, así de tonto como suena, y es que por allá de julio 2007 tuve la oportunidad de salir de mi querido México por primera vez, y lo hacía a lo grande, no para ir a con los vecinos del norte, sino al viejo continente, puntualmente a Suecia. Este viaje fue gracias a SEAT que en aquellos años dominaban con su León diésel el campeonato mundial de autos turismo (WTCC), pero la travesía fue toda una vivencia desde la salida.

En aquella primera década del 2000 salía mucho de viaje, pero solo a mi México lindo y querido, hasta que un día por la mañana que iba rumbo al trabajo, me enviaron un mensaje, preguntándome: ¿tienes visa y pasaporte?, a lo que respondí, no. Pasó un rato y me dijeron que me regresara, que ni llegara a la oficina, que me lanzara directo a conseguir solo el pasaporte. Así que fui directo hasta la delegación que me tocaba y hasta eso me fue bien, me atendieron rápidamente y me aseguraron que tendría el documento en dos días más. Con esa información hablé a la oficina para darles la buena noticia.

Al día siguiente ya en el trabajo me dijeron que consiguieron un vuelo directo para que no tuviera problemas con la visa, así que saldría en un vuelo directo a Gotemburgo. Este viaje sería casi dos semanas después, por ello la premura de los trámites. Cabe señalar que unas semanas antes de esto, fui a un súper mercado y ahí me ofrecieron mi primera tarjeta de crédito, que no me pedía requisitos mayores y me la dieron casi de inmediato, con una línea de crédito de $5,000.00 pesos, la recuerdo, una anaranjada con un carrito de súper dibujado, y de hecho se llamaba “De Súper”, dirás ¿y eso a mí que me importa?, pero será un dato importante después.

El día llegó, y en ese momento yo no conocía a mi compañero de viaje, era editor de un diario deportivo y nos presentamos justo en la fila de abordaje del avión. El viaje tan largo fue pesado, unas 13 horas y al llegar nos tocaba correr, ya que teníamos conexión aaa… la verdad es que no recuerdo, pero de ahí teníamos que sacar el auto de renta que nos habían dejado los anfitriones, para luego manejar hasta Värnamo sería el punto donde dormiríamos. Aunque aquí surgió un inconveniente, ya que la tarjeta de mi compañero no pasaba para dejarla en garantía por el auto, por lo que mi humilde tarjeta De Súper nos salvó y nos permitió sacar un Volvo C30 manual para movernos en tierras suecas.

En aquellas épocas las aplicaciones de mapas no eran tan populares por lo que con un mapa gigante de papel llegamos a Värnamo, para nosotros eran las 5 PM y el jet lag no me estaba pegando tanto, porque era más grande mi emoción por conocer. Así que dimos una vuelta a pie, y supimos que estábamos en una zona cuasi rural, aunque se notaba el primer mundo por todos lados en este “pueblito”, quisimos un trago así que nos recomendaron un “bar que no lo era”, ya que una casa abría su jardín, y ahí podías tomar. En esa parte me sentí justo como el frijol en el arroz, ya que al entrar las personas se nos quedaron viendo, ya que, este par de morenos (yo más) ingresó al lugar de rubios de ojos claros, de hecho en todo Värnamo no me tocó ver una sola persona morena.

Pasado este momento, las cosas se relajaron y pasamos desapercibidos, nos tomamos un par de cervezas, bueno yo vino tinto que es más barato y salimos al hotel. Íbamos caminando y en la entrada de un edificio vimos a una pareja al interior, no le dimos importancia, pero al cabo de unos 10 metros de haber pasado escuchamos un fuerte golpe y un grito, pero nosotros en tierra ajena y sin conocer a nadie optamos por ni voltear y apretar el paso, hasta que escuchamos que nos gritaban y nos dieron alcance.

Era un chavo sin playera, que al principio nos habló en su idioma y luego ya pasó al inglés, que nos explicaba que todo estaba bien que estaban jugando, (estaba ya pasado de copas) y nos preguntó que de dónde éramos y al decirle que de México entró en júbilo, nos dijo que estuvo en Tijuana y que quería regresar, y luego de eso nos invitó a su departamento, en la entrada estaba su pareja, (también sonriente y alcoholizada) y subimos. La estadía se dio con vodka directo y botana, la verdad fue algo divertido, además de ver cómo nuestro anfitrión trataba de hablar en español aún más borracho. Ya ni recuerdo cómo salimos de ahí, ojalá ellos se acuerden de nosotros, ya que en aquellas épocas no teníamos esas redes sociales… que te hacen menos social.

Al día siguiente por fin veríamos a nuestros benefactores del viaje, y de paso conoceríamos el Scandinavian Race Way que está en Anderstorp., aunque al final solo conocimos la pista, ya que el vuelo de los demás se demoró. Todo este día fue de pruebas de los autos y nosotros estuvimos en el “hospitality” de SEAT donde me di el lujo de ponerme a jugar en un simulador de manejo en la pista del Autódromo Hermanos Rodríguez… déjenme en paz, me puse nostálgico.

Ese día no había mucho que hacer, salvo comer bocadillos, ver autos y güeras por todos lados, lástima que yo no soy de los caballeros que las prefieren rubias. El día de pista terminó temprano, por lo que nos fuimos a caminar por Anderstorp, notando que era un lugar más grande, con una arquitectura rara desde mi perspectiva, con edificios que parecieran “multifamiliares” pero con más caché. Grandes espacios para caminar y para la bicicleta me causaron mucha envidia, ya que hasta en las carreteras tenían carriles para las cletas.

En este lugar pasamos a comer en un restaurante llamado “El Corazón de la Noche”, y solo porque estaba en español nos metimos, era de pizzas, y estaba en precios más alcanzable que todo lo demás que vimos, por lo que de nuevo pedí vino (que por cierto era por litro no por copa) y le entramos a la comida italiana en Suecia.

Llegó el sábado de calificaciones, y por fin nos encontramos con los organizadores, quienes por logística se tuvieron que quedar en Jönköping, que nos quedaba a unos 50 km desde Värnamo. Ese día nos pidieron que los acompañáramos a comer/cenar en Jönköping por lo que nos reunimos en un restaurante al lado del Lago Vättern con una velada que fue de menos a más gracias al lubricante social, alcohol.

Recuerdo que en ese restaurante había una mesera muy atractiva, y estábamos diciéndole a uno de los guías que nos dijera cómo decirle “que estaba bien chula”, pero lo sorprendente llegó desde otra mesa cuando escuchamos: “¿intentando aprender sueco para conquistar a una rubia?, todos los de la mesa volteamos y resulta que era un chileno que en los 70´s se salió de su patria por la presión política generada por Pinochet. Luego de ese comentario, pidió permiso para estar en nuestra mesa y nos contó que se casó por allá y nos platicó como se vivía por allá, principalmente con el tema del frío, ya que como ejemplo nos puso el lago Vättern, que en temporada se congelaba y por ahí cruzaban los camiones de carga, ahorrando tiempo y combustible para sus entregas.

Lo siento por la calidad, llevaba una «camarita de juguete»

Tristemente no recuerdo su nombre, pero recuerdo bien el momento en que nos dijo “no recuerdo la última vez que había hablado en español”, y luego de eso, rompió en llanto. Sin dudas es fuerte pasar por una salida así de tu patria, todo por los mismos errores que sigue cometiendo la humanidad, política, religión y poder.

Esa noche teníamos que regresar a Värnamo, por lo que nos esperaba un rato de carretera y al ver el mapa notamos que existía una ruta casi directa, por lo que optamos por tomarla, aunque con lo que no contábamos es que era un tramo rural y solitario, no existían más luces que las del auto. El cielo estaba estrellado y la carretera estaba flanqueada por grandes árboles que causaban sombras algo tétricas. Esta vista solo era interrumpida por los anuncios de “cuidado con los alces”. Y es que, toparte con un animal de una altura de 2 metros (al hombro, más el astado) y unos 650 kg puede ser algo problemático por decir lo menos en caso de un choque.

Llegué a mi cuarto, el cual todavía no les conté, y es que me sorprendió por lo pequeño que era, en comparación con los que conocía de México; con decirles que en la regadera lavarme el cabello significaba pegarme en los codos contra las paredes de vidrio, pero al final yo solo iba a dormir ahí, por lo que no era importante, aunque sí, curioso. Aquel hotel se llama Scandic Värnamo, por si un día andan por ahí.

El domingo de carrera tocó lluvia y de paso pude conocer a un piloto de la otrora Escudería Telmex, Pablo Sanchez de la Fórmula Masters, un gran tipo que se puso a hablar de todo lo que extrañaba de su país, lástima que su nombre no trascendió más en el automovilismo, en nuestro caso SEAT llevaba a Michel Jourdain Jr. Pero era pesado e insufrible, así que no hay mucho que contar. La carrera recuerdo que ganó Chevrolet, ni siquiera Volvo pudo brillar en su casa, ni modo.

Pude ver en su BMW a Alez Zanardi 😀

En la última noche nos fuimos de fiesta, y si bien, era el verano de por allá nosotros estábamos cagados de frío, y se notaba ya los hombres iban de playera y las mujeres de minifalda, mientras que nosotros de ridículos teníamos sendas chamarras y gorro. Jönköping me recordó un poco al D.F., y es que tenía algunas calles sucias, algo más de anarquía y una combinación de razas de personas muy variada, obviamente pasamos a comprar recuerdos, pero no encontré una playera que dijera “fue a Suecia y solo me trajo esta pinche playera”, ni modo, hubiera sido buen detalle.

El tiempo que me la pasé allá seguro me hizo subir de peso de todo lo que comí y también al final recapacité que prácticamente no dormimos y estábamos esperanzados que en el largo viaje de regreso estaríamos en nuestro asiento en calidad de costal, pero resulta que en ese vuelo venía un escandaloso grupo de quinceañeras que habían hecho un tour por Europa, por lo que el descanso tuvo que esperar más.

Hay muchos recuerdos de aquel viaje, y cosas que después de casi 15 años se me escapan, pero aun así le debo esa vivencia a la marca española, aunque hoy está dividida entre Cupra y Seat, espero verlos de nuevo siendo campeones de algún serial mundial.