Un viaje etílico por Madrid

En retrospectiva, desde el día 1º que aterrizamos en Madrid hemos comido y bebido como niños de hospicio o como dicen acá de puta madre, el tour comienza al despertar. Desayunamos bacalao rebosado, con unas cervezas y algunos quesos curados, comeremos bocata de calamares con más cerveza, aceitunas, morcilla y jamón ibérico y cenamos algo ligero como chopitos, mejillones torreznos y una jarra para cada quien de tinto de verano. Y así las siguientes semanas.

Hoy no ha sido diferente, no recuerdo ni que día de la semana estoy viviendo y ha llegado un punto en el que no se si estoy jarra, crudo o pedo. Pero no soy el único, el Galo esta igual. Tal vez hoy es jueves y después de cenar, nos hemos montado en el coche del Miguel que nos ha llevado a una suerte de casa/putero/tabledance/hotel/refugio o guarida de la mafia húngara.

Al llegar al lugar pasa por delante un BMW que nos cierra el paso, dentro van dos o tres chavos como de máximo 17 años altaneros y prepotentes, parecen gitanos, pero son los más peligrosos no les importa con quien van a pelear ni con quien se meten.

Entramos a este lugar, pedimos unas cubatas, pero antes hacemos una parada en el baño, veníamos haciéndonos en el coche. Saliendo se me acercan dos chicas, una de ellas es colombiana y me dice que como yo soy mexicano me gusta la fiesta y podríamos seguir arriba, no veo ningún error en su lógica. Pero yo le digo que muchas gracias, voy a beber y ya veremos.

Hay varios gorilas en todo el bar o lo que sea esto, y hasta la gente que atiende en la barra está mal encarada, y ni hablar del gorila que cuida la puerta que es un monstro de más de dos metros y como doscientos kilos por lo menos, así que mejor tomo asiento y bebo sin mirar a nadie, porque se siente una vibra muy densa. Uno de los chavitos del BMW se sienta atrás de mí, pero se sube a una jardinera y dice cosas en un idioma que no entiendo, yo mejor me hago guey, al fin que me sale re bien…

Algo ha dicho gritando que molestó al gorila de la entrada que lo señala diciendo algo que en mi mente es… bájale de huevos puto (pero, creo que en húngaro, o lo que sea) y se dirige a mí. Suelto el cubata pensando. Ya valí madres, e intento recordar las lecciones de TaeKwonDo cinta marrón avanzada, pero no me viene nada a la mente Galo se ha ido con una rusa y el Miguel está en el baño, así que espero lo que pueda suceder, cierro los ojos y… pasa de largo y baja al niñato de la jardinera de un soplido (no vi pero creo que eso pasó), le da un golpe y con una mano lo avienta fuera del bar, muchas de las chicas salen a ver emocionadas por si el gorila se lo come o baila encima de él. Yo me quedo sentado porque aún tengo un nudo en la garganta, como decía mi abuela con los huevos y el…. En fin.

Me siento muy incómodo porque ese día no me puse el disfraz de gánster y no encajo con los húngaros mafiosos. Además cuando alguien te dice, señor no se preocupe, te das cuenta que ya casi no estás para esos trotes, casi 50 años y caídas en moto, pesan bastante. Sale Galo de “platicar” con la chica Rusa (esto es clasificación A, así que imagínense algunas cosas) le cuento lo que ha pasado y huimos del lugar.

Saliendo de ahí llega una llamada al celular de Galo, son aproximadamente las 3am y es el otro primo que nos invita a una fiesta. Yo ya no quiero fiesta por este día, así que le digo que yo paso. Miguel no se lleva con ese primo que es un dealer mafioso, así que me dice vámonos, dejamos a Galo en la fiesta y tomamos carretera.

Entramos a un departamento con tres chicas desnudas, que por lo visto es algo muy normal, porque ayudan a una de ellas a vomitar y pues las tres tienen que estar solo en tanga… claro. Todo el mundo hace lo mismo.

Es algo muy absurdo, pero literal es como lo estoy escribiendo, seguimos bebiendo y llegó un momento en el que mi instinto de supervivencia me pidió que me hiciera el dormido, eran las 9 o 10 de la mañana y espero que alguien pueda llevarme a… a… algún lugar, porque he dejado mi cartera en el departamento donde nos hospedamos en el centro y no sé en donde estoy, además mi celular se está quedando sin pila.

Aparece Miguel que dice, vamos a descansar un rato y nos vamos a su departamento, su hijo no está, se ha ido a los famosos botellones, que gracias a la pandemia se han creado en los parques, donde los chicos menores de 18 años se reúnen en pandillas, compran alcohol, cerveza o alguna botella y beben sin ningún problema, pelean entre ellos. Y al día siguiente en las noticias sale que hasta lanzan piedras a los policías y siempre hay detenidos, el día de ayer golpearon a un viejo en el metro porque los vio mal. Miguel está preocupado porque su hijo no aparece y ya no contesta el celular, al otro día nos enteramos de que habían detenido a uno de sus amigos y él se había podido escapar.

Pasan dos horas (creo) y recibo una llamada de mi primo Diego…. Qué bueno porque dice que pasa por mí y comeremos en su casa, por fin un poco de normalidad. Voy con la misma ropa de hace 2 días, con un cepillo de dientes en mi chamarra (no sé cómo llegó ahí) y de verdad tengo hambre. Diego y Bego me atienden de maravilla, ellos no saben todo lo que ha pasado y tampoco que no me he bañado…

Caminamos por su barrio, que es muy tranquilo, platicamos, veo al pequeño Mati que es un bebé encantador y dicen si quieres puedes quedarte a dormir aquí…

En ese momento 6 de la tarde, suena el teléfono y es Galo para que me regresen al centro porque la marcha no se detiene. Me despido y agradezco todas las atenciones y diego me regresa al bullicio del centro. Mientras camino sale de un bar un árabe (Ali) es el barman y me abraza, los espero en la noche. No creo que lo logre, ahora si tengo que dormir, ha sido un día muy largo y todavía quedan días en Madrid, pero eso ya se los contaré después.