Los accidentes y la suerte son también parte de un viaje

Luego de una larga planeación en el 2012, por fin llegó el día de mi aventura por los Estados Unidos, puntualmente a Houston. Había llevado la moto a servicio, quería que todo estuviera perfecto, motor, frenos, llantas en fin todo en excelente estado, de hecho, le había comprado unas Pirelli de compuesto medio a mi querida BMW R850R ´09, las carreteras a donde iríamos eran rectas, sin tantas curvas.

En Motohouse se encargaron hacer el servicio, mientras esperaba en el lugar vi un video de accidentes de motos, yo ya llevo algunos golpes, pero no como esos. Listo, me entregan mi moto, me alisto para regresar a casa y en el trayecto ¡pum!, dos accidentes de moto… lo que me pone en alerta.

Llega el fin de ese día y tengo que dormir, la cita para la salida es a las 5:00 AM ya que queríamos pasar la frontera de día. Despierto, y estoy algo intranquilo, debe ser la emoción del viaje, pasé lista y estaba todo preparado, la moto recién salida de servicio, tengo llantas nuevas, todo bien, es la emoción seguramente.

Así era mi querida BMW

Veo a Charly que ya está listo para emprender el viaje por las calles solitarias de la ciudad y para tomar camino, no sé qué me pasa, así que rezo por un buen tramo, llegamos a la primera gasolinera, todo bien, me relajo y disfruto de la carretera, que me estará pasando me encanta rodar y me hace sentir vivo de nuevo. Pero hay algo que no está bien.

Llegamos a San Luis Potosí hace un calor de los “1.000 demonios”, pero no me quito la chamarra, prefiero dejarla un poco más. Continuamos y llegamos a Matehuala, paramos en una gasolinera a la entrada del pueblo, hago parada técnica en el Oxxo para tomar algo, de paso también unas fotos a las motos y nos preparamos para seguir el camino.

Charly va adelante yo me entretengo porque veo algo extraño en la tapa del depósito del líquido de frenos, un tornillo está suelto, así que lo aprieto y luego acelero para alcanzar a Charly, aquí tengo que comentarles que con aquella moto no solía frenar en los topes, prefería saltarlos, era divertido (…).

Un instante que cambia todo

Aceleré a unos 100 km/h y a lo lejos vi que Charly frenaba de emergencia, creí tener espacio, por lo que no frené fuerte, pero los frenos no “agarraron” y después se bloquearon. Escuché el primer crujido, no sé si fueron mis huesos o algo de la moto, damos unas vueltas. “No sé qué está pasando, solo espero que pueda levantarme, sacudirme y seguir el viaje, pensaba en ese momento. Pero no sería así, el primer golpe ha sido el motor contra una banqueta y se parte en dos, (una de las tapas de aluminio para ser exactos), en las vueltas las alforjas salen disparadas, aunque en parte me ayudaron a que no me dañara más el golpe en los lados.

“Estoy en tirado en la tierra sin abrir los ojos, espero que esto sea un mal sueño, no puedo respirar y no me puedo mover, así que esta pesadilla se hace real y sigo en el suelo”. A lo lejos escuché, ¿estás bien amigo?, no te levantes, no reconocí la voz, y apenas me podía, tomé una bocanada grande de aire e intenté abrir los ojos, el sol no me dejó ver nada, hasta que se aclaró mi vista. Lo que me faltaba, un narco con un cuerno de chivo me está preguntando que si estoy bien…

No me puedo mover, y que miedo con el tipo armado que estaba frente a mí, pero resulta ser una buena persona, es el quien llamó a la ambulancia y me cubrió del sol desértico de Matehuala. Llegó Charly diciendo que no me preocupara, me llevarían al hospital y él se encargaría del seguro y “todo lo demás”.

Todo lo demás era una moto con el motor roto, sin frenos, con un rin más chueco que un “poli de tránsito”, mi ropa por todos lados, las alforjas en varios lugares de la carretera y claro, el fin del viaje. En el hospital los doctores hacen todos los chequeos que gracias al seguro tienen obligación de hacer. Toman las radiografías y por suerte no hay nada roto, hay muchos hematomas (o para los cuates, unos tremendos chingadazos), así los doctores indican que me llenarían de calmantes, en ese momento y unos cuantos “pal´ camino”.

Por la tarde llegó Charly al hospital con la persona del seguro, que ha tenido que ir desde San Luis Potosí y que hace el papeleo para que pueda salir del hospital. Apenas puedo caminar, pero le digo a Charly que fuéramos a ver la moto, y al llegar ya no había nadie, estaba cerrado es pueblo quieto y tendríamos que regresar al otro día.

Las drogas estaban haciendo efecto, y al parecer le dijeron a Charly que debía permanecer despierto así que me dice vamos por una chela… (obvio, para “la calor”), apenas podía caminar, pero estaba hasta arriba con las drogas que legalmente me suministraron los doctores, así que ¡VAMOS!

No tengo idea por dónde estábamos en S.L.P., pero lo que si recuerdo es que era una avenida grande llena de Table Dance (eso no se olvida), y como era lo más cercano al hotel de plano Charly me metió a uno, tomamos un par de cervezas y Charly enloqueció y pareció olvidar mi condición por lo que salimos del lugar y en lugar de regresar al hotel o buscar a un bar, regresamos a otro de esos lugares de “estudios del cuerpo”. Repentinamente me percaté que traía un bastón y eso fue el tema de conversación con las señoritas, y vaya que platicaba con todos los medicamentos que traía. Pero ya no podía más, y Charly lo notó así que directo a descansar, me quedo dormido y al otro día…

No me puedo mover, tengo un dolor agudo y teníamos muchas cosas que hacer, ver en donde estaba la BMW, lo que tenía que pagar para sacarla del corralón, y cómo la regresaría a la Ciudad de México, y además, ¿cómo me iba a regresar yo?

Buscamos varias opciones y lo mejor era regresar la moto por Transportes Castores en carga consolidada, era lo más barato, y yo en algún camión. Luego de todos esos trámites y ya en la central camionera me ayudan a subirme me siento y ya no puedo moverme, el dolor es agudo y me duele la cadera.

Al final los golpes fueron en la espalda, lo bueno es que no ha tocado la cabeza, la moto me ha caído en la cadera como tenia imaginado, y caí de espaldas en una cómoda cama de piedras tipo de rio. Esas fueron las que me sacaron el aire y no me dejaban respirar. Al llegar a la ciudad de México me tienen que ayudar a bajar del camión porque no puedo y subo a un taxi.

Le doy la dirección y estoy por finalizar mi viaje, mientras voy en silencio ya en las calles de esta ciudad escucho la conversación al teléfono del chofer, está en shock su hijo acababa de morir y a él no le ha caído el veinte. Estaba en negación, decía que está trabajando, porque no tiene ni como enterrarlo, que necesita dos mil pesos, el familiar con el que está hablando le dice que tenía que estar en la casa, que ya verían como conseguían el dinero.

Llegamos a casa, y le di mil pesos al taxista, me vio por el espejo retrovisor y rompe en llanto, le digo que se fuera a su casa. Yo tenía una nueva oportunidad luego del accidente, estaba en casa, tenía que valorarlo, su hijo no tendría la misma suerte.

La enseñanza

Así termino mi viaje, a veces no nos damos cuenta de lo afortunados que somos, y como un accidente es una aventura también. La gente de MotoHouse no le hizo bien el servicio a la moto, dejaron sueltos unos tornillos y no purgaron bien las líneas, según me comentan los mecánicos que vieron la moto.

Hagan caso de las señales, hagan caso de esa voz interna que siempre tiene la razón. Si no se sienten seguros ese día, mejor no salgan, habrá muchos más viajes, pero solo una vida.

La parte buena de todo eso fue que me gané un nuevo parche para mi chamarra, como primer biker que asistió a más de cinco table dance en estado inconveniente en menos de 6 horas, todo un orgullo Biker. Y por cierto por obvias razones no hubo muchas fotos para acompañar este texto.